Abogados españoles cobran 3.000 euros a los inmigrantes para conseguir esposa o marido y obtener así la residencia legal. Muchos se conocen en el Registro Civil.El problema de los llamados matrimonios de complacencia es un fenómeno muy común en los países sometidos a fuerte inmigración y que comienza a tener bastante importancia en nuestro país que ha pasado de ser “un país de emigración al extranjero”, a ser “un país receptor de ciudadanos que llegan de otros países para vivir aquí[1]”.
Según los datos facilitados por el Instituto Nacional de Estadística referentes al año 2004, en España se registraron 30.930 matrimonios en los que al menos uno de los cónyuges era extranjero: Por estado civil, el grupo más numeroso fue el de los solteros de edades comprendidas entre los 28 y 30 años.
Por provincia de residencia del matrimonio, el mayor número se situó en: Madrid (5.059), Barcelona (4.489), Valencia (2.536), Alicante (1.716), Málaga (1424) e Islas Baleares (1.367).
Siendo española la esposa y extranjero el esposo, los más llamativos fueron los contraídos con originarios de América (3.628), Europa (3.182), África (1.927) y Marruecos (1.098).
Siendo el cónyuge español y extranjera la contrayente, destacan respecto de la nacionalidad esta última los celebrados por naturales de América (8.585), Europa (3.652), Colombia (3.040), Ecuador (1.094), África (1.072).
En base al principio de buena fe, no siempre que nos encontremos ante un matrimonio mixto, debemos pensar que se trata de un matrimonio de complacencia pues es evidente que existen los matrimonios por amor y en los que la diversidad de culturas supone un gran enriquecimiento para la pareja aunque también es cierto, que es en este grupo donde se sitúan los matrimonios blancos.
Mediante este tipo de enlaces, no se busca en realidad contraer matrimonio entre un nacional y un extranjero, sino que se pretende bajo el ropaje de esta institución y generalmente previo precio, que un extranjero se aproveche de las ventajas del matrimonio a los efectos de regularizar su estancia en el país o de obtener de forma más fácil la nacionalidad del que aparecerá formalmente como su cónyuge, siendo bastante frecuente entre los contrayentes, la existencia de un acuerdo -expreso o tácito- de que una vez producido el matrimonio no habrá convivencia marital, no formarán una familia y pasado el tiempo que se estipule, se instará la separación judicial o el divorcio.
También, este tipo de matrimonios[2] «son facilitados por redes organizadas que pretenden de este modo retener a sus víctimas en el negocio de la prostitución, a la vez que captan mediante la recompensa de una cantidad de dinero a incautos o personas sin escrúpulos que estén dispuestos a figurar como futuros esposos en el expediente matrimonial seguido al efecto».
En mi experiencia como trabajadora social he podido tener conocimiento acerca de cómo se organizan los matrimonios de conveniencia en Marruecos.
Entrevisté a varias personas, quienes me informaron de que este tipo de enlaces se paga entorno a cantidades que oscilaban entre las trescientas y las quinientas mil pesetas aunque también hubo quien me contestó, que estas uniones son relativamente frecuentes en Ceuta, donde una parte de la población tiene la nacionalidad española y la otra no, casándose los nacionales españoles con sus familiares y amigos marroquíes, más por hacerse un favor y para que éstos obtengan el beneficio de la nacionalidad que por la existencia propiamente dicha de dinero.
Por amigos y conocidos, originarios de distintos países iberoamericanos pero que viven en España, estoy al corriente de que allí los matrimonios de conveniencia son una realidad bastante frecuente, y no sólo con españoles sino también con americanos.
Un día, hablando con un amigo cubano, me narró el caso de una chica uruguaya, que hace años pagó por casarse con un conocido suyo de nacionalidad americana la cantidad de 5.000 dólares (unos 5.0000 euros).
No se descubrió el fraude de dicho matrimonio pero sé que la contrayente se quejó mucho de la dureza en la investigación que para comprobar la certeza de su matrimonio, realizó el Departamento de Migraciones de los Estados Unidos, incluyendo visitas domiciliarias sin avisar.
Este mismo amigo, me informó de otra amiga suya colombiana, que tiene allí una agencia matrimonial y le ha propuesto que busque aquí en España, varones que quieran casarse con chicas colombianas, a cambio de dinero.
Por algunas asociaciones de rumanos en España sé que hay hombres españoles de edad bastante avanzada que se acercan en busca de mujeres rumanas jóvenes y guapas con la intención de ayudarlas a regularizar su situación en nuestro país a cambio de que compartan con ellos su vida.
También, navegando por internet he podido encontrar distintos foros en los que aparecen anuncios donde se buscan hombres o mujeres para casarse por conveniencia[3] y la página web de Pablo X. de Sandoval[4], en la que literalmente puede leerse: “Matrimonios por conveniencia con inmigrantes, un negocio para los españoles.
Buscar marido para conseguir los papeles. Abogados españoles cobran 3.000 euros a los inmigrantes para conseguir esposa o marido y obtener así la residencia legal.
Muchos se conocen en el Registro Civil y después no se vuelven a ver. Antes de los cinco años, con la ciudadanía en la mano, pueden divorciarse”.
Existen culturas, como la china o la musulmana entre otras, donde el matrimonio de la mujer, es concertado desde el momento de su nacimiento, con algún familiar o amigo vinculado a la familia y en base a intereses económicos.
En el caso de las mujeres marroquíes de ambiente tradicional[5], resulta que cuanto más tradicional y pobre es el ambiente, más joven se casa la muchacha y así la familia, se libra de cargas económicas.
El hecho de casarse tan jóvenes no les resulta extraño, ya que están habituadas a oír hablar de matrimonios precoces, aunque la espera del día de la boda, la viven con angustia porque representa ese momento del que las mujeres hablan con misterio y emoción.
La desposada no conoce a su marido hasta la noche nupcial, a menos que se trate de un primo cercano.
En la cultura china[6]: «Los padres organizan el matrimonio desde la niñez. Interviene también una casamentera y un adivino para ver las fechas de nacimiento de los novios sean propicias.
Las bodas se producían en invierno, cuando la gente descansaba. Luego se hacía una exhibición con la dote que entregaba el marido.
El novio iba a buscar a la novia, y la llevaba a su casa en medio de ceremonias de veneración a los antepasados.
Allí se celebraba un banquete durante tres días. Había una clara división del trabajo por sexos.
Raramente se divorciaban. Los viudos se volvían a casar, a veces recurriendo al matrimonio por rapto».
Este planteamiento que hoy en día choca con el existente en los países más avanzados democráticamente, es soportado en España por un determinado sector de la población femenina, me refiero concretamente a la mujer de etnia gitana.
Estas mujeres, a quienes se casa casi siendo unas niñas por la ley gitana, no pueden revelarse ante dicha boda si no quieren sufrir el rechazo de su familia.
Reflexionando acerca de los hechos anteriormente expuestos, me pregunto: ¿existe un verdadero consentimiento matrimonial en los enlaces contraídos por estas mujeres? y, esta ausencia de consentimiento, ¿es igual que cuando se trata de un matrimonio celebrado entre un extranjero y un español con el propósito de facilitar al extranjero regularizar de una forma más rápida su situación en España?.
Es evidente que no. En los dos casos, estaríamos ante un matrimonio nulo por simulación.
El extranjero, no simula su voluntad de casarse –dado que sí desea hacerlo, pero la intención que persigue con dicha boda, no es la de fundar una familia sino adquirir con más facilidad la nacionalidad española y transcurrido un determinado tiempo, separarse.
En el caso de las mujeres chinas, árabes o gitanas, es la propia cultura la que potencia y refuerza esta clase de enlaces.
Estas mujeres, aceptan la boda y simulan su consentimiento en el momento de la celebración -a pesar de no tener voluntad de emparejarse formalmente con esos hombres-, y lo hacen, más por una presión familiar y el temor de no desagradarles[7], que por la presencia propiamente dicha de intimidación[8].
Fuente: http://www.porticolegal.com
http://www.elporvenir.com.mx/notas.asp?nota_id=182585